14 ene 2013

DemonHunter [2]


Tras una larga noche estudiando para sus pruebas, Sam, amaneció a las seis de la mañana y apenas había pegado ojo. Su cabeza no desconectaba de las materias a examinar y tenía suerte de haber dormido dos horas escasas. Pero se sentía satisfecho pese al cansancio  pues no se preocupaba sobre los exámenes, estaba completamente seguro de su aprobado. La idea de echar la siesta en la tarde le consoló, animándolo a levantarse del lecho. Pasó del sonambulismo a la acción cuando recordó que Uriel no estaba y que tendría que prepararse el desayuno por su cuenta aparte de ducharse, preparar las cosas para el día de clases...se despejó enseguida frotándose los ojos.

Con la ayuda de varias notas que su hermano le había dejado pegadas en la nevera preparó su comida y fue robando bocados de la misma constituyendo así su improvisado desayuno. Remató la tarea con una manzana que metió en su bandolera y que devoraría mientras caminaba hacia la universidad  Salió rápido de la ducha y se vistió con la misma velocidad, cuando quiso darse cuenta eran las siete menos veinte. Los libros y apuntes que estaban en el escritorio fueron recogidos y puestos en orden dentro de su bolsa, seguidamente los zapatos. Tanta prisa no sería necesaria si la universidad quedase un poco más cerca pero no tenia esa suerte y era larga la caminata hasta allí.

Hizo malabares con las llaves antes de meter a las escurridizas en su bolsillo y cerró la puerta bajando a trotes los cuatro escalones que llevaban a la calle. Como se había dicho empezó a comer la fruta al tiempo que se arrepentía de tener los cabellos mojados a esas horas de la mañana. Pensando en sus cosas, la mayoría referentes a los estudios, no escuchó el timbre de una bicicleta que le abordó pasando muy cerca de él.  Ahogó un sorpresivo grito al verse casi atropellado y su manzana se cayó rodando por unos elevados terrenos de árboles y plantas.

Gruñó molesto pues se había quedado sin desayuno y para colmo el hombre de la bici no se había disculpado. Miró la hora y siguió delante, pronto llegaría a divisar el alto recinto donde estudiaba. Sam había perdido su manzana pero no sabía que ese podía ser el peor rastro a seguir. Una sombra con forma de lobo cuya cabeza estaba coronada con una llameante melena roja lo acechaba entre la maleza y encontrar su manzana le regaló el olfato. Siguió el rastro del olor a jabón y perfume pero para cuando dio con el paradero, el rubio se había adentrado en el edificio.

Chico con suerte.

Subió los tres pisos por escalera y pese a sentir algo oscuro tras sus pasos le restó importancia dado que su mayor preocupación ahora era la sirena del inicio de clases. Llegó a su aula donde fue recibido por los compañeros más cercanos, los amigos, y entre ellos hablaron sobre las posibles preguntas que les harían en las próximas horas.

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El bullicio que se formaba a la hora de comer era notable, pero el cansancio le había dormido hasta el oído.  Estaba sentado junto a sus cuatro compañeros en en lugar de siempre, con las rodillas pegadas a su pecho en un intento de encontrar soporte para su pesada cabeza. Los exámenes parciales habían terminado, él dio lo mejor de si y sabía que fue un buen trabajo. Sus amigos hablaban sobre planes para el próximo fin de semana, decían que si aprobaban todos era algo digno de celebración... entre tanto, Sam sacó su caja de plástico donde traía la comida y decidió llevarse algo a la boca o sin duda terminaría desmayado. Estaba apunto de morder cuando una escalofriante sen sención despertó sus sentidos con la rapidez del rayo.

-Ted, guárdame esto. -Ordenó con una seriedad que silencio todas las risas del grupo. El aludido tomó su comida y perplejo vio como el de ojos aqua se levantaba caminando rumbo a alguna parte de los arbolados recintos.

-Vale tío... pero vuelve pronto, esto tiene una pinta irresistible. -Bromeo rompiendo ese incomodo silencio que se había adueñado del momento.

¿Que era eso? El rubio corría entre los estudiantes persiguiendo un rastro tan oscuro como poderoso, un demonio. ¿En la universidad? Jamás le habían atacado aquí, deseaba que se marchase, no sería un plato de buen gusto que alguien descubriera sus poderes o peor... que alguien saliera herido por una causa inexplicable. Llegó a la parte de atrás y la fortuna le sonrió al dejar el empedrado lugar deshabitado. Sus pasos sonaban al caminar sobre las priedecitas blancas pero no conseguía dar con el paradero de aquello.

Era rápido, se movía a su alrededor camuflándose en las sombras.

-¡Muéstrate! Aquí hay gente inocente, no involucres a nadie. Me quieres a mi. ¡¿No?!-Su voz, imponente, derribó la barrera invisible de la bestia y pudo verle. Se asustó más actuó con rapidez y disparó su poder sobre el fuego. Pero esquivó sus llamas y estas chocaron contra una pared extinguiéndose al dejar una espiral de negra ceniza. Era algo a lo que ya se había enfrentado. Ese lobo negro le había condenado a agresivos enfrentamientos en el último mes, era extraño porque nunca parecía mostrar verdaderas ganas de asesinarle, siempre lo hería para derribarlo dificultándole la huida.

Sus hermanos no sabían nada del tema y no había razón para hablarles de que su torpe hermano menor no puede derrotar a un perro del infierno. Chasqueo la lengua disgustado y corrió preparando su próxima llamarada.

-Al fin... te encontré.  -Con voz distorsionada y grave el lobo de las tinieblas habló. Tenia un tamaño considerable pero antes de poder apreciar más su forma animal se transformó en un chico pelirrojo de perrunas facciones. Pese a tener ahora un cuerpo humano seguía moviéndose a cuatro patas y se acercaba con una velocidad increíble. Sam corrió y le disparó otra vez, pero ahora el demonio hizo gala de sus poderes de "Reversión" y una energía roja envolvió sus llamas deteniéndolas en el aire. Tras unos tensos segundos, las devolvió con la misma intensidad que fueron lanzadas

El tronco de un árbol le defendió pero debía acabar pronto con eso si no quería llamar la atención de nadie. Gritó dando fuerza a sus movimientos y se lanzó contra el de roja melena. Si devolvía sus ataques mágicos entonces tendría que atacarlo con los puños. Lo intentó por todos los costados pero el descarado de ojos como el sol lo esquivaba todo sonriéndole con prepotencia.

-Ah... te odio tanto.  -Suspiró empujándole desde el estómago contra la pared del edificio. Todo el cuerpo del cazador impacto contra el cemento y gimió de dolor, cerrando los ojos por la contusión en su cabeza. Quedó aturdido, veía que el pelirrojo se acercaba pero no era capaz de moverse. ¡¿Porque?! La fuerza de reversión lo estaba inmovilizando. `Pensó a marchas forzadas, si no podía moverse para atacar entonces se defendería con todas sus fuerzas y llamando a su poder incendiario una esfera de fuego le envolvió salvaguardándolo de las manos que deseaban asesinarlo. Respiraba agitado y se agarraba a la altura de la frente para recuperarse del golpe. Pudo esperar unos instantes más, tal vez eso hubiera bastado para recuperarse, pero la voz de alguien le heló la sangre.

-¿Sam? Tío ¿Donde estas? ¡Nos vamos a casa!  -Era Ted, le estaba llamando y se acercaba. NO! ¡No podía verle así, no podía ver sus poderes ni ponerse en peligro ante el demonio! Perdió el control de su poder y las llamas quemaron su pierna atravesando el pantalón, llegando a abrasar la piel del gemelo. Retomó en control a tiempo y desvaneció las llamas antes de que le hiciesen sangrar. ¿Que iba a hacer? Ted estaba a pocos metros de descubrirlo. Tal era su estado de histeria que olvidó al demonio, cuando quiso mirarlo fue cargado en brazos y de un salto estuvieron volando. Llegaron a la terraza de la universidad en un segundo y tanta era su confusión que no sabía quien le había salvado, qué había pasado con Ted, incluso olvidó su piel quemada.

Jadeó, el necesitado aire volvía a invadir sus pulmones, estaba fuera de la vista de Ted y eso le tranquilizó pero...  alzó la vista. El que le había salvado era ¿El demonio?  Se asustó y abrió los ojos como platos al ver que se acercaba, la punta de su nariz casi rozaba la propia mejilla ¿Que iba a hacer? ¡¿Devorarlo?! Cerró los ojos apretando al máximo sus párpados y se cubrió con ambos brazos. Aun estaba sostenido por los brazos del chico lobo, en una imagen principesca patética pero rompiendo con todas las expectativas de Sam lo único que hizo el demonio fue olfatearle. -Apestas. -Sentenció con esa mueca de costumbre, enseñando los colmillos superiores.

-¿Que? -Abrió los ojos y bajó las manos, entonces se cercioró de que estaba en sus brazos, apoyado en su pecho como una chica. Le empujó deshaciéndose de su 'ayuda'. -¿Que es lo que te pasa? ¿Que quieres de mi? Nunca vienes a matarme con todas tus fuerzas. ¿Estas jugando? ¡Yo siempre voy enserio! -Al estar de pie y gritándole el ardor cercano al tobillo junto a los mareos del golpe regresaron haciéndole callar, tambaleándose con la pierna herida.

-Yo no podría... odiarte aquí mismo. -Le respondió queriendo acercarse, pero cada vez que daba un paso el rubio retrocedía hasta chocar sus caderas contra el muro, tras el cual había una considerable caída  Al no tener más escapatoria Sam se lanzó al suelo rodádando por el polvoriento pavimento de la terraza. Rodó y se raspó la piel descubierta de la quemadura, el dolor le hizo quedarse acostado boca arriba respirando la tierra y el polvo que había removido. Tosió y de nuevo fue ayudado por las manos del pelirrojo, recibiendo un rechazo igual al anterior.

-¡Déjame! ¿Que es lo que quieres? Soy un cazador de demonios. ¡Somos enemigos! -Volvió a toser y su dolor se reflejó en el rostro al percatarse de que su pierna había empeorado. Aquel pelirrojo, le tomó la pierna lastimada sin demasiada delicadeza y desconfiado se irguió, esta vez apoyado en sus antebrazos. -Oye, no me toques. ¿Porque no estas aprovechando para matarme? ¿Que clase de demonio eres tu?

-Ya te he dicho que yo... no lo haría en un lugar así. -Otra vez esas palabras amorosas, incomprensibles para el rubio. Le miró con un poco más de detenimiento y la confusión fue mayor.

-¿Estas avergonzado?  -Le preguntó directamente al ver los pómulos coloreados y esa manera de desviar su mirada. Usando sus garras y su fuerza el lobo le desgarró el pantalón  y liberó la herida que tenia mal aspecto. Formas retorcidas, grabados de la forma del fuego, habían enrojecido la piel que para colmo en ese último movimiento se había llenado de arañazos levantando su piel en lineas irregulares. Sam gimió otra vez y se mordió el labio queriendo retirar la pierna de sus manos pero la fuerza del lobo era superior, llevó la herida hasta sus labios y como si se tratase de un animal le lamió las heridas envolviéndolas con su boca, acariciándolas con la lengua.

Se estremeció y su grito fue mucho más alto que el resto de quejidos, esta vez el escozor se intensificó tanto que pudo retorcerse de dolor pero enseguida una sensación fresca le calmó. Estaba enfriando su saliva soplando con cuidado... ¿Esto era real? Si era un sueño deseaba despertarse ya. Los demonios no podían ser buenos con él, no después de matar a sus padres y desear su muerte, junto a la de sus hermanos, nunca perdonaría a los demonios... nunca les perdonaría por arrebatarle todo, para sumirlo en una vida de cacería constante.

-¿Porque me estas ayudando? -Su tono, aunque aliviado, era descontento no se creía lo que estaba viviendo. -Te he dicho que soy un cazador, un cazador de demonios, de los tuyos. ¿Me escuchas?  -Relamiéndose después de humedecer su herida con la propia saliva, los ojos rasgados le miraron y se acercó como si no conociera el espacio personal.

-Llevo mucho tiempo buscándote, mi oloroso amante. -Su palabras se arrastraron cual serpiente apunto de devorar a la suculenta presa, pero la presa tan confusa y temerosa no se iba a dejar tan fácil.

-¿Esto es una broma? No tiene gracia. ¿Dices que somos amantes? Eso no tiene lógica tu y yo somos enemigos. -Repitió y mentalmente algo le dijo que no iba a ser escuchado, ese lobo de aspecto adolescente desenfadado no le dejaría en paz. -Escucha, tengo que matarte, en eso consiste mi vida. ¿Sabes? Matar demonios, uno tras y otro... Tu eres un demonio, no hay que ser un genio para darse cuenta de que no puedes llamarme amante. -Pudo seguir hablando y lanzando teorías a un muro que no quería escucharle pero dada la ayuda recibida, salvarle de Ted, decidió proponer un sucio trato. -Esta bien, hagamos algo. -Gesticuló con las manos al ver que le miraba con expectación. -No voy a matarte, pero tienes que dejarme en paz. Vete, lejos, si no quieres matarme entonces ¿Para que me buscas tanto?

-Yo si quiero matarte, matarte una y otra vez, todos los días... Porque yo te odio. -Cada vez que declaraba su odio hacia el cazador se cohibía ¿Dónde estaba la cordura de este demonio? ¿Era una trampa para matarlo después  Algo le decía a Sam desde su corazón que las intenciones de lastimarlo no existían  que ese demonio era bueno. Segundos después de pensar aquella teoría la desechó riéndose interiormente de pensar algo tan estúpido, los demonios no tenían escrúpulos y se divierten con la muerte, el demonio 'bueno' no podía existir.

-¿Porque me dices todas esas cosas...? Parece que ..quieras decir lo opuesto. -"Reversión" La palabra se cruzó en su mente y de alguna forma entendió que su poder de reversión también le hacia decir las cosas al revés  Entonces.. lo que realmente quería decir era...

Se ruborizó y quedó sin habla.  ¡¿Quería amarlo?!

La sirena del la universidad se propagó por todos los altavoces del patio e interiores, el chico lobo se puso alerta y miró al avergonzado rubio con nerviosismo.

-¿Que es eso? -Inquirió directamente agazapándose y olfateando alrededor.

-Van a cerrar la universidad, no tienes que asustarte. -Respondió con el rostro enterrado bajo sus manos, no se detenían sus latidos, estaban fuera de control sus conclusiones... pero la maraña de palabras que volaban al ritmo de teorías apresuradas fue detenido cuando esos musculosos brazos le alzaron como una jovencita. -Hey, bájame voy a volver a casa y tu lárgate a donde quiera que vivas.

-No voy a dejarte, vendrás conmigo. -Sentenció saltando sin miedo desde la azotea, corría y saltaba como si no llevase peso encima. No esta de más decir que Sam es un chico delgado, alguien que no nació para los deportes y su contextura es pobre, aun así no soportaba ser tratado como una chica en apuros. Opuso resistencia hasta que el vértigo le hizo temer una catastrófica caída si se soltaba del pelirrojo.

Resignado, resopló y pensó que había dejado todas sus pertenencias en la universidad. Móvil, monedero, incluso su comida se había quedado allí. Empezaba a caer la tarde y al parecer aún no llegaban a su destino. Ocasionalmente el lobo le olfateaba y parecía estar encantado con su olor.

-¿Donde vamos? -Preguntó mirándole antes de que el chico se precipitase desde la cumbre de un edificio.

-A mi guarida. -La respuesta fue concisa y sin dilación, lo que interrumpió el silencio a continuación fueron las tripas de Sam que reclamaban por algo de comer.

-¿Cómo te llamas? -Preguntó queriendo disimular los rugidos de su vientre. El contrario no esperaba esa pregunta, pero estuvo realmente feliz de escucharla, pues sentó al rubio en una de las estructuras metálicas del edifico en construcción donde estaban y se arrodilló a su lado.

-Me llamo Kagura. ¿Cual es tu nombre? -Preguntó haciendo que el de ojos turquesa se riera por sus formas, realmente ese lobo negro no sabia nada de los humanos.

-Soy Sam. -Respondió ameno, simpático incluso, olvidando por un instante que estaba al lado de su enemigo natural. Rió otra vez y miró alrededor, desde esa altura y sin paredes o ventanas alrededor se veía un atardecer increíble. -Vaya... es precioso. -Susurró al ver como el anaranjado Sol se iba hundiendo en el mar. Si podían contemplar el mar desde allí tendrían que estar realmente altos, miró hacia abajo por curiosidad y maldijo su estúpida idea. Debía ser un vigésimo piso por lo menos... apenas se veían los peatones de la calle. Se llevó las manos al pecho tras la extrema sensación y cuando devolvió la vista a Kagura este le sorprendió con un beso que le robó el aliento.

Un beso que le dejó estático, era el primer beso de Samuel y nunca se lo había imaginado así. Sus verdosas pupilas se abrieron sorpresivas mientras los labios encajaban perfectamente con los opuestos. Lo único que fue capaz de pensar era en la calidez que le transmitía ese chico, no solo su boca... su cuerpo también y antes de que sus lenguas se tocaran lo apartó bajando la mirada. Se había quedado realmente mudo, no sabia que pensar ni sabía porque ese chico, ese demonio, no generaba odio en su corazón.

El monólogo mental de Sam pudo seguir durante días pero Kagura se encargó de alzarlo y cortarle el hilo de pensamientos.  -Llegaremos pronto. ¿Tienes frío?

-N-No, estoy bien. -Respondió agarrándose a su cuello temiéndose que estaban cayendo en picado esos veinte pisos que tanto terror le habían dado antes. - Puedo caminar, no tienes que llevarme así.  -Le reprendió sintiéndose inútil e indefenso de esa forma.

-Tardaríamos más caminando y tu pierna esta lastimada.  -No el faltaba razón en lo primero y lo segundo le estremeció al ver la tierna preocupación que reflejaban los ojos dorados.

-¿Sabes? Aunque digas que yo soy tu amante no creo que el resto de demonios vean correctos tus gustos.

-Lo se, por eso vamos a escondernos te daré todo mi odio sin que nadie pueda detenerme.

Oh Dios... Sam se cubrió la boca con la diestra y cerró los ojos notando el frió viento. Ese chico estaba realmente enamorado de él, no notaba, estaba tan cerca de su corazón que sentía como se aceleraba cada vez que hablaba del odio, de que quería odiarlo... Amarlo. Ahora, por mucho que escuchase la horrible palabra "Odio" entendía lo inverso, justo como lo entendía el pelirrojo. Se agarró más fuerte a él y dejó caer su cabeza al pecho semidesnudo del lobo. Era cálido, igual que sus besos, una somnolienta sensación adormeció su cuerpo y su mente, los ojos iban pesándole toneladas. Quiso avisarle de que estaba apunto de quedarse dormido pero no fue capaz.  -Kagura...  -Suspiró un tono casi inaudible antes de caer rendido. -

El demonio se dio cuenta de que estaba dormido y se cuidó de no despertarlo dando saltos menos bruscos. Aunque a esas alturas ya no había tejados que saltar, habían salido de la ciudad y estaban en los campestres alrededores. Como había anunciado el de ojos soleados faltaba poco, la oscuridad de la noche les ocultaba en sus penumbras pero no tenía que resguardarlos de la vista de nadie pues en campo abierto los vecinos estaban muy alejados. La puerta de madera crujió cuando Kagura hizo fuerza para entrar. La casa estaba abandonada y él se había instalado allí semanas atrás. El lugar estaba impregnado de su olor, no era algo como el olor a perro mojado, se sentía familiar sin perder el toque de naturaleza salvaje.

En el suelo había todo tipo de mantas y trapos que encontró en los viejos armarios astillados. Estaban dispuestos cubriendo un montón de almohadas y pedazos de colchones antiguos, algo no muy higiénico o limpio, pero cómodo al fin. Dejó a Sam sobre las almohadas y le cubrió con su manta antes de ir a cerrar bien la puerta. Puso algunos muebles rotos por seguridad y entonces se arrodilló en el mullido nido acostándose junto al rubio. Lo envolvió con su brazos y se metió bajo la manta otorgada quedándose muy pegado a él. Dormir con Sam era uno de los deseos que Kagura podía tachar de su lista, ahora solo quedaba seguir avanzando para conquistarlo por completo.

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